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Amancio González: "El arte debe formar parte del futuro de León, y algún día será una de sus señas de identidad"

Autor de La Negrilla, uno de los símbolos imperdibles de la ciudad, el escultor recibe el Premio Leonés del Año de Radio León por su fabulosa contribución a la cultura de la provincia

Amancio González: "El arte debe formar parte del futuro de León, y algún día será una de sus señas de identidad"
Amancio González Andrés recibe este martes el Premio Leonés del Año. | TRIBUNA
Susana Martín
Susana Martín
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Hablar de León es hablar de la Catedral, San Isidoro o La Negrilla, una escultura de un gigante semiacostado que agoniza en la plaza de Santo Domingo y que se ha convertido por derecho propio en uno de los símbolos más reconocibles de la ciudad. ¿Quién no se ha hecho nunca una foto abrazado al bonachón personaje? Su autor, el artista casi autodidacta Amancio González Andrés (Villahibiera de Rueda, León, 1965), recibe este martes el Premio al Leonés del Año 2023 que cata año -desde hace 53- otorga Radio León. 

Andaba estos días Amancio por Normandía, a lo suyo, la escultura, así que cuando se le envía una entrevista por email (para no molestarle mucho) se encuentra de vuelta que el artista sólo ha respondido a un puñadín de las preguntas que se le planteaban... Quizá porque se aburrió de tantas cuestiones, o quizá porque estaba inmerso avanzando en una de sus últimas piezas. Ni se puede ni se debe disturbar la tarea de un creador.

- Hay muchas leyendas en torno a su Negrilla, la escultura que reposa junto a la plaza de Santo Domingo. Cuéntenos el origen de tan atropellada pieza, que empezó siendo de escayola y ahora es de bronce...

- Su nombre lo toma de "la negrilla", un árbol gigante que hay en mi pueblo, Villahibiera de Rueda, que en realidad es un olmo, pero aquí, en León, a los olmos se les llama "negrillos", y cuando uno de estos se hace muy grande entonces se les llama negrillas, o negrillones, como en Boñar, para diferenciarles del resto. El árbol era muy viejo, algunos creíamos que tenía más de 500 años, y tan grande que entre cuatro personas apenas lo podían abarcar. Su interior estaba hueco y nosotros, los chavales, accedíamos a su interior a través de un pequeño agujero que tenía en su corteza, y trepábamos a su copa desde dentro del árbol. Solo éramos tres o cuatro, pero allí pasábamos muchos ratos: era nuestro castillo, nuestra fortaleza. Cuando cumplí los diez años, mis padres decidieron venir a trabajar a León y dejamos el pueblo, en busca de una vida mejor. Unos pocos años después se extendería por Europa una enfermedad que afectaba sólo al 'olmus nigra', al negrillo, la enfermedad se llamaba grafiosis. Se trataba de un hongo cruel que se metía en el árbol e impedía que la savia llegara a las hojas, sasí que su muerte fue lenta, de asfixia, prácticamente desaparecieron todos los olmos, y entre ellos el de mi pueblo.

- ¿Un homenaje a sus raíces?

- La idea fundamental de la escultura era recuperar la memoria del árbol muerto, testigo de la vida y de la historia de mi pueblo, que fue también nuestro compañero de juegos, y este fue el objetivo, homenajear al árbol más grande y característico de nuestra tierra. El gigante semiacostado que agoniza en la plaza de Santo Domingo es de una raza de gigantes nobles y amables, con la fuerza necesaria aún para llamar la atención de los niños que por allí pasean e invitarles a subir. Uno de sus grandes brazos descansa sobre el suelo, y los dedos que miran hacia el sol simbolizan los últimos brotes, el último aliento donde el gigante parece querer agarrarse a la vida. Su otro brazo, el que impide el paso, tiene sus dedos mirando hacia la tierra y la señala, simboliza las raíces que quieren clavarse en ella, pero no puede.

 

 

 

- Un tipo atormentado, su criatura más conocida, que no debe de parecerse mucho a usted, que siempre está sonriendo e ironizando con casi todo. Cuéntenos, ¿Cómo es eso de que no está acostumbrado a ganar premios, no atesora usted un montón de reconocimientos a estas alturas?

- Hace dos años me dieron el Premio Concejo de las Artes de la Diputación de León, y ahora este, sólo he recibido dos premios, perdón, y otro de la Diputación al libro de poemas de Luis Miguel Rabanal 'Mortajas', que yo ilustré.

- Y hace unas semanas le concedieron el Leonés del Año, ¿cómo se lo comunicaron? ¿Le hizo ilusión?

- Sería sobre las dos de la tarde, yo estaba haciendo la comida para mi hijo y para mí cuando recibí la llamada de Olga Beberide para comunicarme el fallo del jurado. Yo no podía creerlo, y por supuesto la ilusión que me hizo fue muy grande, se trata de un reconocimiento que me llenó de alegría.

¿A quién se lo va a dedicar?

- Se lo dedicaré a mi padre, que falleció hace unos meses, y que seguro que se hubiera sentido muy orgulloso. Y a mi madre y a mis hijos.

- ¿Le han ayudado muchas personas a llegar aquí? ¿Se acuerda de algunas especialmente?

- Cuando la noticia se hizo pública comencé a recibir mensajes de felicitación. Fueron muchos, y creo que he podido contestar a todos, aunque no estoy seguro, porque la mayoría fue a través de los medios sociales de internet, y ahí no es fácil seguir la pista por la cantidad de veces que fue compartido, pero quiero hacer constar una observación: algunas de las felicitaciones correspondían a personas que yo no podía menos de agradecerles a ellos que hubieran estado presentes en situaciones en las que a uno más le hace falta que le echen una mano, de tal manera que me sirvió de recordatorio. Sería casualidad, pero entre la felicitaciones me llegaron, especialmente sentidas por mí, la de don Marcial, un profesor joven que comenzaba su andadura en el González de Lama y nos acompañó tres años a mí con 11 años y a otros muchos recién llegados del campo tres años, hasta que finalizamos a EGB. Él nos habló de sexualidad y de democracia, y yo no entendí ni una cosa ni otra hasta pasados unos años. El otro profesor que también recuerdo con infinita gratitud fue el profesor de Literatura, don Fermín, también recién llegado. Era estricto y muy serio. Yo no conseguí aprobar su asignatura, pero a veces traía a clase uno de esos magnetofones con cinta exterior enorme que parecía un reproductor de cine y que, según me confesó recientemente, lo había comprado en Andorra. Escuché por primera vez el disco de Paco Ibañez en el Olimpia, y hasta hoy sigo escuchando 'Palabras para Julia' y 'Como tú' como canciones talismanes e inspiradoras. Sinceramente, pienso que un buen profesor en la adolescencia te puede abrir la mente y cambiar tu vida, como a mí, y ahora. después de tanto tiempo. recibir sus mensajes de felicitación me ha hecho reflexionar sobre lo que realmente somos, el resultado de infinidad de esfuerzos de personas que desinteresadamente nos ayudaron...

- ¿Es el reconocimiento a toda una trayectoria artística tan importante para León?

- Sin duda. Muchas veces me he preguntado, cuando se hace el repaso de la historia de León y de su importancia, dónde están las esculturas que le correspondería tener después de 2.000 años. La primera que se colocó en la ciudad tan sólo tenía intención decorativa y de salubridad. Me refiero a la Fuente de Neptuno, que actualmente se encuentra colocada en el Parque de San Francisco. Fue en el año 1800, o por ahí. Tuvieron que pasar otros 100 años para que se colocara la segunda, y fue con polémica: Guzmán el Bueno, de Aniceto Marinas, y otros 80 para la tercera. El arte debe formar parte del futuro de León, y algún día será una de sus señas de identidad.

- Hace casi 37 años esculpió por primera vez, en un tronco de peral, una figura de unos 80 centímetros de altura. Cuénteme qué pieza era...

- Sí, recién licenciado y antes de incorporarme a mi destino como ferroviario, me correspondía un mes de permiso, así que me fui a mi pueblo, Villahibiera de Rueda, para trabajar en ese tronco especialmente. Yo no tenía ningún conocimiento técnico, y mucho menos herramientas adecuadas, pero conseguí sacarlo adelante porque sentí ya desde los primeros golpes que le di con una azuela que aquello era lo que realmente estaba buscando, y esa sensación era más fuerte que el resultado final.