Los abogados del diablo no suelen formar parte del turno de oficio

¿Hasta dónde está dispuesto a llegar un letrado por defender a su cliente? ¿Qué mínimo se le puede exigir para que su labor no sea una estafa, por acción u omisión?

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Los abogados del diablo no suelen formar parte del turno de oficio
Susana Martín
Susana Martín
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Se rumorea por algún colegio de abogados que alguno de los dos letrados que se hacen cargo de la defensa de Pedro Muñoz a partir de este lunes 11 de diciembre en la Audiencia Provincial de León podría causar baja repentina el mismo día en que se empieza a decidir si el futuro de su cliente será volver a prisión. Cuentan algunos colegas bercianos que alguno de ellos -o los dos (son pareja)- podría utilizar una nueva argucia para suspender la vista oral y seguir dilatando el procedimiento.

¿Puede ocurrir eso? ¿Pueden someter a la víctima a una nueva indefensión tras haber esperado ya tres años y medio largos para que se celebre el juicio?

Teniendo en cuenta que ella, la letrada, ya intentó posponer la entrega del escrito de defensa "por estar de baja" (aun siendo dos abogados); teniendo en cuenta que la ristra de recursos y tretas jurídicas para retrasar la instrucción del caso ha sido preocupantemente extensa (pidió deducir testimonio contra la propia víctima y contra una vecina testigo que vio al presunto agresor el día de los hechos y que encontró ropa tendida con sangre, por ejemplo); teniendo en cuenta que se atrevió en un escrito -en uno de los ocho intentos para lograr la puesta en libertad de Muñoz- a acusar a la Policía Judicial de realizar informes "torticeros, tendenciosos y arbitrarios"; teniendo en cuenta que él, el letrado, fue capaz de decir que "lo que le ha ocurrido a Raquel -la víctima, parapléjica y con graves daños neurológicos- es "por un problema de salud"; teniendo en cuenta que también él advirtió que éste podría convertirse en un nuevo caso "como el de la falsa denuncia de una mujer en Fabero" en 2016 (Iván Rico fue acusado de secuestrar a Vanesa Gesto y vejarla en un trastero de Bembibre, con detalles como el de haberle vertido pegamento en la vagina); teniendo en cuenta que la única 'gran' prueba que han solicitado a mayores de todas las que se practicaron en la instrucción es un informe de un forense que se limita a dar por cierto el testimonio de Pedro Muñoz y desacreditar a la víctima, a quien ni se molestó en examinar; teniendo en cuenta todo esto, digo, una ya se cree todo y cualquier cosa podría pasar en este juicio con esta historia de terror que ha tenido en vilo a Raquel Díaz y a quienes la quieren durante 1.263 días. Los 1.263 días de 'condena' que han pasado desde que transcurrieron algunos de los hechos por los que el expolítico será juzgado (27 de mayo de 2020) hasta que la víctima ha conseguido dar con un abogado que sí contara con ella (que es abogada) y que la justicia señale la fecha en que su exmarido y presunto agresor se sentará en el banquillo de los acusados.

Si a alguno de los abogados de Muñoz, o a los dos, se les ocurriera una nueva estrategia para que el juicio se suspenda y Raquel Díaz tenga que seguir esperando la acción de la justicia, explican quienes de esto saben que la sala podría imponerle/s una importante multa por mala fe procesal, por lo que cabe esperar que, de tener una ocurrencia, ésta tenga un mínimo de sentido para que los magistrados no tengan que llamarles al orden una vez más, y sería la enésima.

Y una se pregunta, ¿hasta dónde está dispuesto a llegar un letrado por defender a su cliente? ¿Qué mínimo se le puede exigir a un abogado para que su labor no sea una estafa, por acción o por omisión? ¿Qué garantías tiene un ciudadano de a pie de que el profesional que le representa no se la va a jugar y defenderá seguro sus intereses, que para eso está y para eso cobra?

Y más preguntas: ¿Puede estar dispuesto un abogado a falsificar un documento privado, aun a riesgo de que le condenen a la pena de seis meses de prisión y multa de tres meses, como a el abogado leonés "Cirilo" hace unos días, por manipular un 0 e intentar que se convirtiera en un 9 por obra y gracia de su poca habilidad con un boli?

¿Debe un abogado, por mucho que le insista un cliente soberbio que cree saber más que ninguno, pedir la deducción de testimonio contra un testigo, contra la propia víctima?

¿Debe un abogado defender a un asesino, o a un violador, o a un genocida, a sabiendas de que es culpable? LO que está claro es que todo el mundo tiene derecho a ser defendido, aunque no todos lo merezcan. ¿Acaso no tiene un médico la obligación de tratar a una persona que acaba de intentar suicidarse tras asesinar salvajemente a otra? Se puede, seguramente se debe, pero hay que valer.

En 'El abogado del diablo' (1997), contemplamos el juego diabólico que se traen el ambicioso Kevin Lomax (interpretado por Keanu Reeves) con el fundador del bufete, el diabólico John Milton (Al Pacino). La cinta, que aquí se tradujo como 'Pactar con el diablo') ganó un premio a la Mejor Película de Terror, y no me extraña. Cuando Lomax destruye a través de un duro interrogatorio la credibilidad de una víctima, comienza su camino a la perdición y nos muestra que no todo vale, no si se tiene un mínimo de escrúpulos.

¿Vale todo? ¿Nos vale todo? ¿Puede un abogado contratar a un detective para investigar la vida privada (pri-va-da) de una mujer violada? (Caso 'La manada').

¿Puede un abogado prestarse a redactar un comunicado para salvar la honrabilidad de un responsable público, aun en contra de los intereses de la víctima, que solía ser amiga suya? (Alguno hay en Ponferrada).

¿Puede un abogado no visitar ni ponerse en contacto con su cliente en un caso de tentativa de asesinato, y hasta pedirle que "no recuerde cosas"?

¿Puede un abogado amedrentarse  ante los poderes públicos por el qué dirán en el pueblo, salvando más su culo profesional que el futuro de la víctima?

¿Puede un abogado llegar a acuerdos con la otra parte en contra de los intereses de su cliente, y sin ni siquiera comunicárselo hasta que llega a la sala, por algo menos que un plato de lentejas?

Haberlos, haylos, como las meigas, que pululan casi tantas por este mundo como abogados. Y de estos, de los abogados, haberlos, haylos también honrados, capaces, hábiles, serviciales. Claro que hay buenos profesionales en la abogacía, aunque el ciudadano de a pie a veces se sienta impotente e indefenso al no tener ni idea y perderse entre la burocracia, los papeles, los recursos, las dilaciones judiciales. He conocido a abogados que se desviven por sus clientes, que anteponen el servicio público a sus propios intereses profesionales o económicos. Hay abogados del turno de oficio, por ejemplo, que ayudan "a quien toca" a cambio de contraprestaciones míseras  por el mero convencimiento de que están realizando un servicio público (y necesario).

Debe de haber un equilibrio entre lo que está muy bien y lo que es una vergüenza. Entre lo que uno sabe que debe hacer y lo que le resulta más cómodo para no rascarla y cobrar mucho. Entre querer ejercer una profesión útil y necesaria y valerse de ella para aprovecharse de quien se encuentra en el peor momento de su vida, desamparado y vulnerable.

Cuando te ves inmerso en un procedimiento judicial, por lo que sea, una no debe esperar nunca que venga Keanu Reeves a poner orden en la justicia. Tengan en cuenta que los abogados del diablo no suelen formar parte del turno de oficio.

 

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