Entrevistando a una joven berciana que en 2021 -con 18 años- denunció haber sufrido abusos sexuales por parte de un médico de familia que debía darle un volante para un ginecológo y le regaló un infierno, estremece su serenidad cuando dice que respira "un poco más tranquila" porque el TSJCyL ha ratificado en segunda instancia la sentencia condenatoria al médico que abusó de ella en el consultorio de Toral de los Vados (El Bierzo, León). "Yo sólo quiero que lo inhabiliten para que no vuelva a hacérselo a nadie más, y a veces me pregunto si otras chicas o mujeres habrán pasado por lo mismo", afirma temerosa.
Aunque ahora se dice que está de baja médica, el sanitario condenado -contratado por el Sacyl- sigue siendo ejerciendo la profesión "porque la sentencia aún no es firme", y eso que tres años puede tardar en llegar el fallo del Tribunal Supremo al recurso de casación que acaba de presentar.
Desde que ese médico de familia le hizo pasar aquel trago en un consultorio, Soledad tiene miedo de ir a un médico varón sola, o de estar a solas con su jefe en un despacho, o con su monitor en el gimnasio. Cualquier mujer conoce de sobra lo que es el miedo, que en estos casos deberíamos llamarlo terror. Qué angustia, y qué impotencia ver que no estás a salvo ni cuando vas a curarte.
El cirujano francés acusado de violar a 299 menores en el quirófano
Un terror parecido, una frustración parecida los siente cualquiera que haya leído algunos detalles del juicio a Dominique Pelicot y a su repulsiva manada de violadores. Y acabamos de conocer otro caso espeluznante, el de Joël Le Scouarnec, que se juzgará en 2025 en Francia y que rebasa los límites de lo soportable.
Este excirujano francés está acusado de la presunta violación de al menos 299 pacientes, la mayoría niños. Según consta en la investigación, los agredía mientras estaban sedados. El horror ocurrió en diferentes hospitales del norte de Francia en los que el sanitario trabajó entre 1989 y 2014.
Cuentan en varios periódicos que este espanto fue destapado gracias a la denuncia de una vecina del acusado. La madre de la pequeña dio la voz de alarma en 2017 y desde entonces este monstruo que hoy tiene 73 años está en prisión. En 2020 fue condenado a 15 años por agresión sexual a cuatro menores, entre ellas dos de sus sobrinas, una paciente y la hija de unos vecinos. Ahora podrían condenarlo a un máximo de 20 años más. ¿Ni un mes de prisión por cada violación?
Añadamos más detalles para la estupefacción: la edad media de las víctimas de Le Scouarnec era de 11 años, y la inmensa mayoría de ellos no llegaban a los 15. ¿Se imaginan? Llevar a tu hijo al hospital para una operación y que en el quirófano el cirujano lo someta a las más inimaginables tropelías sexuales con total impunidad (¿no había más personal sanitario cerca? ¿Cómo lo haría?).
El caso es que el repugnante protagonista del mayor caso de pedofilia ocurrido en Francia anotaba cronológicamente en un cuaderno sus hazañas sobre cada una de las víctimas. ¿Para qué? ¿Esa pequeña autoconfesión formaba parte de un morboso rito?
En la instrucción del caso, que ha durado más de cuatro años, el fiscal ha explicado que las víctimas no recuerdan nada, aunque los exámenes psiquiátricos posteriores sí revelan algunas secuelas postraumáticas que podrían tener relación con las aberraciones a que fueron sometidas. El propio acusado ha reconocido buena parte de los hechos y ha relatado cómo lo hacía y cómo conseguía que no le pillaran in fraganti.
Espanta saber que este doctor permaneció fuera del radar de la justicia durante al menos tres décadas, y eso a pesar de que algunos compañeros lo habían denunciado, y a pesar de una primera condena en 2005 por posesión de pornografía infantil. ¿Cómo puede ser que condenen a un médico por pornografía infantil y siga ejerciendo? ¿Acaso las autoridades sanitarias no deben actuar antes de que la masacre sea masiva?
Y otro dato que, de ser cierto, apesta: cuentan en periódicos de medio mundo que la propia mujer de Le Scouarnec, conocedora de algunos de estos episodios, "se distanció de él". Entre el material incautado por la investigación figura que él mismo escribía en 1996: "Ella lo sabe".
Me intriga saber qué tienen en la cabeza esas mujeres que saben y callan, saben y tragan, saben y aceptan, y siguen a su lado, otorgando con su silencio más impunidad al monstruo con el que duermen.
Su mujer siguió siendo su mujer, no se divorció ipso facto, y tampoco en la sanidad francesa se tomaron medidas para alejarlo de los pacientes que trataba, aunque un médico alertó a sus jefes, así que él pudo seguir trabajando en hospitales -¡en hospitales!- e hizo vida normal hasta que una vecina lo denunció por atacar a su pequeña a través de la valla del jardín. Y a partir de esa denuncia, infinitos hallazgos que van dando una ligera idea de la magnitud de los abominables hechos que perpetraba este sujeto sin que nadie moviera un dedo por frenarlo.