15/12/2024
El ministro Óscar López ha tenido un intenso recorrido político. Desde su condición de protegido de 'Pepiño' Blanco, su periplo ha vivido numerosas etapas hasta su desembocadura final como titular de la cartera de Transformación Digital y de la Función Pública de España. Ahora se asoma a la secretaría general del PSOE de Madrid como baluarte de Pedro Sánchez para combatir a Isabel Díaz Ayuso. La obsesión del presidente del Gobierno con la presidenta de la Comunidad es absoluta, por encima incluso del insulso Feijóo. Es curioso. Fuera de las galernas del Partido Popular se valora más el potencial de Ayuso que dentro de sus propias filas. Quizá sea un síntoma parecido a tener activo a un valor emergente como Javier Arenas, sin menospreciar para nada el mérito de la veteranía o de la experiencia. Pero, en este caso, hay cosas que se comentan por sí mismas.
A Óscar López le toca el turno de medirse a Ayuso. Difícil tarea para un PSOE que ha perdido mucho crédito en Madrid tras el episodio de Aguado y que lleva tiempo totalmente a la sombra de las expectativas electorales, arrastrado por un fenómeno como el de la presidenta, de esos que salen de ciento en viento pero que se antojan imparables. Para López, el trabajo autonómico no es una novedad. Ya fue cabeza de cartel por Castilla y León en un intento de hacerle sombra a un intocable Juan Vicente Herrera, y el experimento salió como salió. Como ahora, Óscar López estaba arropado por todo el aparato del partido; como ahora, el pronóstico de esta operación para colocarle al frente del PSOE de Madrid es absolutamente incierto.
López salió de Castilla y León y tuvo varios destinos políticos, propios de una trayectoria de un funcionario del partido que ha sido diputado, senador, procurador por Castilla y León, presidente de Paradores, jefe del Gabinete de la Presidencia del Gobierno y, ahora, ministro a las puertas de una nueva encomienda que suena a sacrificio. El PSOE tiene que ofrecer muchas veces alternativas variadas para intentar recuperar la territorialidad perdida y eso lleva implícito una carga pesada para esos aspirantes que hoy gozan de una posición más acomodada. Para Aragón enfilan a la ministra y portavoz Pilar Alegría; para Castilla y León el que más les gusta es Carlos Martínez, el superalcalde de Soria amparado por sucesivas mayorías absolutas al que quieren lanzar a la arena de medirse a un PP y un Mañueco cada vez más consolidados. Aquí tendrán que negociar, literalmente, con todo lo que pueda mover Luis Tudanca, dispuesto a resistirse y repetir pese a los feos permanentes que le hacen desde Ferraz.
Pero los profesionales de la política saben que esto funciona así. Es el precio de depender de la dedocracia partidista que muchos quieren envolver en decisiones asamblearias y consensuadas, pero que siempre terminan en un el mismo punto de poder encargado de tomar las decisiones, muchas veces antipopulares, pero basadas en acorazar ese entorno de dominio absoluto en una actitud que suena a marcar territorio.