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Un ciclo convulso que no respira ni en vacaciones

Félix Ángel Carreras Álvarez
Félix Ángel Carreras Álvarez
Lectura estimada: 2 min.

El verano oficial llega cargado de diferentes incertidumbres que amplían la ratio de preocupaciones. Ni siquiera esta etapa tan ligera, con la cabeza ubicada en otras cuestiones más livianas como las merecidas vacaciones, ofrece una tregua porque las predicciones o análisis dibujan escenarios de todo tipo.

Pedro Sánchez atraviesa una de las etapas más comprometidas desde que accedió a la Presidencia del Gobierno. Incluso por encima de aquel esperpento de cinco días que terminaron con el asombroso anuncio de su continuidad. Su condición de investigado en el escabroso caso que rodea a su esposa, Begoña Gómez, llega al mismo tiempo que se discute la investidura de Salvador Illa en Cataluña y el peaje que todo esto conlleva. Los votos de ERC no salen gratis, ni mucho menos, pero esa alianza ya ha tenido las primeras consecuencias con los movimientos de Junts en el Congreso, tumbando las propuestas del objetivo de déficit y la Ley de Extranjería. Todo un aviso que pone en jaque la legislatura y azota diferentes escenarios para un septiembre caliente.

Si se trata de una simple escenificación de Junts para mostrar un atisbo de enfado institucional y que nadie le saque los colores por lo que hace en Madrid y contradice en Cataluña, dicha estrategia tendrá en su momento el recorrido electoral que deba tener. Pero es indudable que el clima político se está convirtiendo en irrespirable, con todas las implicaciones salpicando a diferentes estamentos de un Estado que no necesita tantas alteraciones.

El Supremo se pronuncia con contundencia sobre la Ley de Amnistía, la Fiscalía General del Estado sigue enterrando su credibilidad, el caso de los ERE limpia de manera insólita un episodio de turbio recorrido durante años al mismo tiempo que los responsables de los disturbios en Cataluña salen absueltos. Demasiadas entregas por capítulos para un Gobierno frágil porque la suma de votos para investir a un presidente no es lo mismo que la suma de votos para garantizar una estabilidad tranquila a un Ejecutivo rehén de sus acuerdos.

El curso político se abrirá en el mismo punto de embrollo que lo deja ahora. Con la hipótesis de un adelanto electoral, los números que arrojará la industria de un turismo de récord aplacarán los ánimos porque los datos económicos están soportando la crispación. El peligro está en que España ha interiorizado muchas cosas que no deberían pasarse por alto, pero esto es una consecuencia más de la escasa ascendencia que tiene la clase política entre una ciudadanía que solo aspira a tener unos representantes dignos, serios y solventes, del color que sea, que representen y defiendan los intereses generales y que aparquen el clientelismo cotidiano. En este sentido, la afianzada democracia española todavía tiene mucho que aprender de otros países en los que, por ejemplo, el ejercicio de la dimisión forma parte la dignidad política.

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