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Víctimas cansadas de estar cansadas que deciden no estarlo, aunque lo estén

Tres magistrados suavizaron la condena a Pedro Muñoz tras intentar matar a Raquel Díaz porque "se arrepintió", y otro juez realizó 'de oficio' lo que no solicitaron ni los abogados de la defensa. Pero el TSJCyL tiene ahora la penúltima palabra

Víctimas cansadas de estar cansadas que deciden no estarlo, aunque lo estén
Susana Martín
Susana Martín
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El día en que se cumplían cuatro años de que un hombre reventara para siempre la vida de Raquel Díaz, el 27 de mayo, ese hombre volvió a sentarse en el banquillo de los acusados -esta vez acompañado de sus dos hijos- por haber intentado distraer su patrimonio para no pagar a su exmujer si le condenaban por intentar matarla en 2020.

El juez Hernáiz, que además es el juez decano de Ponferrada ("los casos de violencia de género se mantienen, y no vemos la luz", dijo en febrero), ya ha dictado sentencia: considera la comisión del delito de insolvencia punible por alzamiento de bienes en grado consumado (la fiscal pedía tentativa), pero condena a los tres Muñoz a 15 meses y un día de prisión. No los dos años y medio que pedía el Ministerio Fiscal, ni los tres y medio que pedía la acusación particular, sino un año y tres meses, es decir: que los hijos no tengan que entrar en prisión, parece buscar la sentencia.

Para lograr esto, que los hijos no tengan que 'pagar el pato' del embrollo en que les metió el patriarca (ellos accedieron, y son mayorcitos), la sentencia considera que concurre una "atenuante muy cualificada" de reparación del daño, una atenuante que, curiosamente, no había sido planteada por ninguna defensa.

¿Cómo es posible?, dirá cualquiera no muy experto en tribunales. ¿Y por qué además "muy cualificada"?, nos preguntamos todos. ¿Puede un juez realizar 'de oficio' la tarea que no realizaron los letrados de la defensa, el abogado de Muñoz o el abogado que trajeron de Madrid los Muñoz Botas porque ya no se fiaban del letrado de su padre? Poderse, se puede, que no va un juez a sacarse de la toga una medida que no recoja la jurisprudencia.

Lo recoge el Supremo: "las circunstancias atenuantes pueden ser aplicadas de oficio siempre que exista una base racional suficiente y el presupuesto fáctico exigible para su apreciación". Ojo aquí: esa atenuante hallada por el juez es lo único que permite pasar de la pena máxima solicitada de 3 años y seis meses a la de 1 año, 3 meses y un día.

Llama poderosamente la atención que el juez haya hecho 'de oficio' lo que no supieron hacer quienes debían ejercer la defensa de los Muñoz, y vuelve a chirriar que otra vez un juez apele a la "reparación del daño" (un daño que Muñoz niega, como niega que intentara matar a Raquel) porque ya otro tribunal (tres magistrados de la Audiencia Provincial de León: Miguélez, De Aza y Valladares) señalaba en una misma sentencia (10 enero de 2024) que Muñoz "intentó matar a Raquel" pero que luego "se arrepintió", así que en lugar de condenarlo por asesinato u homicidio en grado de tentativa lo condenaron por "lesiones agravadas", lo que cabreó bastante a la víctima, y no es de extrañar, porque no hay cómo sostener esa argumentación.

Qué curioso que la misma sentencia que señala literalmente que Muñoz, "con la intención de acabar con la vida de la denunciante, conociendo y asumiendo las altas posibilidades que existían de poner fin a su vida si la arrojaba, la lanzó al vacío por el balcón o barandilla que soportaba el remate de la terraza (...)" y que "inmediatamente después, bajó desde la terraza al piso inferior de la vivienda y, dirigiéndose al lugar donde se encontraba tirada en el suelo Raquel Díaz, le dijo: 'zorra, hija de puta, ¿te has muerto ya?', acercándose a ella y volviéndola a agredir con patadas, golpes y un palo en varias partes del cuerpo". Es curioso, digo, que esa misma sentencia diga después que "el acusado no quiso finalmente hacerlo, cesando en su conducta de forma personal y plenamente voluntaria y arrepintiéndose de ello, evitando el resultado de su muerte al introducirla en la galería de la vivienda, dejándola en el suelo en posición de seguridad y colocando un cojín para bloquear las hemorragias que tenía (sic), realizando luego una llamada al 112 pidiendo auxilio".

Así que tenemos dos tribunales que parecen velar más por un presunto salvaje que por la propia víctima, y desde aquí abajo no se entiende esta manera de impartir justicia. No se entiende que una sentencia recoja que un tipo (que ni ha reconocido la brutal agresión) intentó matar pero luego "se arrepintió", porque resulta que hizo todo lo que pudo para que Raquel muriera, pero algún dios no quiso o ella se empeñó en vivir. No debería otorgarse ningún 'mérito' (atenuante) a un animal que te revienta a hostias hasta dejarte muerta en vida, por mucho que te tapone luego unas heridas que si las tienes es porque te las ha causado él.

No será atenuante que un asesino se ponga a rezar tres avemarías después de una sangría, y se le juzgará por criminal, como en este caso se acusa a Muñoz de una tentativa de asesinato, porque intentarlo lo intentó, y si no lo consiguió no fue porque el agresor no se esforzara todo lo que pudo: la tiró por la terraza, la molió a palos, la movió dentro para ver mejor, ¡y era enfermero!

En apenas unos días, el TSJCyL revisa los recursos sobre el procedimiento principal. Es la penúltima oportunidad para que Raquel obtenga la justicia que se merece. Ella confía, así que habrá que confiar en que el Tribunal Superior no aprecie un desistimiento que parece metido con calzador para dulcificar una sentencia condenatoria en un caso insoportablemente espantoso que bien merece un castigo ejemplar.

También será el TSJCyL el que revise la sentencia condenatoria a Muñoz y sus dos hijos por el alzamiento de bienes. Raquel no está de acuerdo con el fallo y recurrirá, a sabiendas de que todos los procedimientos que afecten a su exmarido llegarán hasta el Supremo, porque ya advirtió él que no tiene prisa, y recordemos aquí que las indemnizaciones no se ejecutan hasta que las sentencias no son firmes.

Raquel sobrevive como puede, a la espera de que alguien se acuerde de que sigue viva y consiga plaza en un centro adecuado para ella, como ha rogado ochenta veces. Le pasa un poco como lo que hace años le contaba Belén Rueda en una entrevista a Luz Sánchez Mellado: que estaba cansada de estar cansada y que había decidido no estarlo, aunque lo estuviera. 

"Tengo que creer en la justicia, que soy abogada", dice. Pues eso.

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