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Nuevos tiempos políticos en Castilla y León con el viento a favor del PP

Félix Ángel Carreras Álvarez
Félix Ángel Carreras Álvarez
Lectura estimada: 3 min.


Castilla y León ha estrenado nuevo Gobierno, un ejecutivo surgido de la ruptura unilateral de VOX en ese suicidio político inexplicable pero que ha colocado al PP en una posición inesperada y envidiable al mismo tiempo para el presidente Fernández Mañueco. Al Partido Popular le ha salido muy bien este movimiento cainita de VOX. Seguramente pueda seguir caminando en minoría, con sus nuevos consejeros, llegando a acuerdos puntuales contando con el apoyo de la formación de Santiago Abascal y pudiendo girar la mirada hacia la bancada socialista que, ahora sin la línea roja de VOX, tendrá que demostrar su categoría de partido con aspiraciones de gobernar en la Comunidad.

La nueva relación con VOX, sin ataduras de un pacto que ya está roto, solo puede alterarse si las directrices de Madrid son inflexibles y no dejan ninguna autonomía a un Grupo Parlamentario que se ha quedado en terreno de nadie. García Gallardo será el nuevo portavoz de VOX, pero ya no es vicepresidente. Su papel, precisamente, no es sencillo desde su nuevo puesto en la oposición después de haber compartido y defendido proyectos conjuntos con el Partido Popular. No obstante, la amenaza de una moción de censura parece descartada. Estos no son los tiempos de convivencia con Ciudadanos, donde el inagotable Francisco Igea azotaba continuamente la estabilidad de un acuerdo de Gobierno con el PP que estuvo a punto de saltar por los aires.

La expectativa es más cómoda para el PP. Con los presupuestos aprobados en abril, el presidente Mañueco puede manejar los tiempos e incluso esbozar un hipotético calendario electoral. Los resultados demostraron que la convocatoria en solitario de febrero de 2022 expusieron demasiado a un PP que fue de más a menos en sus expectativas hasta verse abocado a pactar con VOX. Dio la vuelta a los resultados anteriores, cuando ganó el PSOE, pero no lo hizo con la suficiente amplitud que emanaba de ese inesperado adelanto. Ahora las urnas están guardadas hasta 2026, pero la estrategia está abierta y buena parte de ella se maneja en torno a un hipotético cambio de planes a nivel nacional que pudiera justificar un anticipo. En ese caso, hacerlas coincidir es una baza que no desprecia el Partido Popular.

Y mientras, VOX navega hacia un terreno de nadie, el PSOE tiene cada vez menos peso en la política de Castilla y León con un Tudanca cuestionado y el resto de formaciones se difuminan ante un avance de los populares que están consiguiendo el propósito de rearmarse electoralmente.

La Comunidad necesita un trasiego tranquilo y estable para afrontar los numerosos retos que tiene por delante. El nuevo Gobierno, que estrenó el viernes pasado altos cargos, necesita demostrar su eficacia sin las ataduras de un pacto que no era incómodo y sin la amenaza de una moción imposible. VOX nunca le daría el poder a la izquierda, pero si quiere seguir contando en Castilla y León necesita tener un criterio político propio y no estar en manos de los caprichos de un Abascal empeñado en convertirse en el mejor salvavidas del PSOE.

 

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