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¿Un 'like', un voto?: las redes sacuden el debate público y desafían a los políticos

No todos los partidos obtienen el mismo rédito y hay algunas formaciones que pueden tener tope, por la radiografía de sus votantes

¿Un 'like', un voto?: las redes sacuden el debate público y desafían a los políticos
María López
Lectura estimada: 4 min.
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Las redes sociales y la capacidad de una comunicación política sin intermediarios han sacudido el debate público y desafiado a los partidos, que compiten también en la arena digital. Pero, ¿equivalen los 'like' o los 'me gusta' a votos?

Expertos en comunicación consultados por EFE, como el profesor José Rúas Araújo, de la Universidad de Vigo, o Víctor Hernández de Santaolalla, de la Universidad de Sevilla, que han estudiado la comunicación en redes, la propaganda o la polarización, señalan que los seguidores no se traducen en papeletas. Pero aun así son fundamentales.

"Posiblemente las redes sociales mañana no decidan por sí solas quién gana unas elecciones, pero es una herramienta que puede funcionar, sobre todo para candidatos nuevos que quieran pegar el salto a la política", señala a EFE Hernández de Santaolalla.

Este profesor apunta a que no todos los partidos obtienen el mismo rédito y hay algunas formaciones que pueden tener tope, por la radiografía de sus votantes. Por ejemplo el PP que, como el PSOE, tiene un electorado más envejecido.

"Un like no es un voto, no es una proporción directa", apunta por su parte Rúas Araújo, que pone el foco en la generación de conversación y de engagement (vinculación) como vías para llegar a los electores en un contexto complejo de desinformación, "opulencia informativa" y personas que deliberadamente evitan las noticias.

Las cifras de los líderes políticos

En España, el político más votado, Alberto Núñez Feijóo, es quien menos seguidores tiene: 218.000 seguidores en X (antes Twitter) y 168.000 en Instagram.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, atesora, en cambio, cerca de dos millones de seguidores en X y 467.000 en Instagram. Santiago Abascal (Vox) es seguido por 852.000 en X y por 966.000 en Instagram y Yolanda Díaz (Sumar) tiene 658.000 y 353.000 seguidores, respectivamente.

Al agitador Luis 'Alvise' Pérez, que irrumpió en las europeas con tres eurodiputados y sin apenas presencia en los medios tradicionales, le siguen 977.000 personas en Instagram y medio millón en Telegram.

Los seguidores no corresponden con los votos, pero sí son reflejo de la edad de los electorados. En las últimas generales, según el barómetro postelectoral del CIS, los votantes de entre 18 y 35 años fueron el 14 % de los electores del PP o el 18% del PSOE, mientras que para Sumar y Vox representan el 26 y el 27% de su electorado, respectivamente.

En las últimas europeas Se Acabó La Fiesta, la formación de Alvise, fue el partido al que más votaron los jóvenes de entre 18 y 24 años; un 13,8% escogió esta papeleta. El 12,3% votó a Podemos, el 9,5% a Sumar y el 7,5% a Vox, mientras que PSOE y PP fueron los menos votados por los jóvenes, pues les apoyaron el 6,5 y el 3,2%, respectivamente, según el CIS.

Porque los electores del futuro hacen 'scroll' y comparten memes. Según datos del CIS, los jóvenes de entre 18 y 24 años, en torno al 8% del censo, se informan habitualmente a través de redes. Lo hace el 89,6%.

Por contra, el 63,6% y el 70,4% no suelen leer el periódico ni escuchar la radio, respectivamente. A través de la televisión se informa el 50,5%, por detrás de la media, del 67,2%, según datos del CIS.

Pero no son solo los jóvenes. El 76% del electorado se informó en internet acerca de las últimas elecciones europeas y el 54,9 % lo hizo a través de redes sociales, un porcentaje que en el caso de los más jóvenes llegó al 92,7%, según el CIS.

La receta: entretenimiento y adaptarse a la jerga

La receta para mejorar es "utilizar el lenguaje de la red, no se pueden usar como los canales tradicionales", señala Hernández de Santaolalla a EFE, que advierte de que las redes envejecen con sus públicos y hay que estar atento a las nuevas plataformas.

Cada red tiene su propio código y hay que conocerlo para convencer a los más jóvenes (Tiktok), a treintañeros (Instagram), a los más convencidos (X) o a los más envejecidos y despolitizados (Facebook).

En la red funciona además el contenido personal, el "infoentretenimiento", del que según Rúas Araújo se benefician los políticos, que también en televisión acuden a programas de "política blanda" como El Hormiguero o El Intermedio.

Ambos comparten la idea de que los partidos llegan tarde y a menudo, mal, a la comunicación digital. Hernández de Santaolalla reconoce aciertos en Vox y el PSOE. De Vox elogia que se adentrase en TikTok cuando se concebía como una plataforma de quinceañeros porque pensó en sus futuros votantes.

Del PSOE, que reaccionase en las generales con una estrategia agresiva en redes, yendo a programas de nicho y público joven, como hizo Sánchez con 'La pija y la quinqui' y dando la vuelta a insultos como el de "perro Sánchez", porque el "punto canallesco" funciona y crea comunidad.

Algunas de estas recetas las ha implementado el PP recientemente y Feijóo ha multiplicado sus vídeos mirando a cámara y ha acudido a un podcast de nicho, Worldcast.

Responsables de redes en el PSOE, Vox y Sumar consultados por EFE destacan además la importancia de los mensajes cortos, los vídeos, o de lograr que sus militantes se conviertan en altavoces ampliando los contenidos que sus partidos difunden en redes.

El reverso de las redes: bulos y desinformación

La cara B de las redes es la abundancia de contenidos aparentemente informativos, noticias disfrazadas de entretenimiento, pero no suficientemente contrastados. También la propaganda negativa, la idea de ser odiado antes que ignorado, que conduce a la polarización.

Hernández de Santaolalla alerta de que existen "públicos conspirativos" que se creen cuestiones que a "cualquiera nos alarmarían" y defiende la necesidad de una asignatura de alfabetización mediática en Primaria para aprender desde niños a distinguir noticias y desinformación.

Rúas Araújo apela por su parte a la responsabilidad de los políticos para no alertar los enfrentamientos.