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SpeaKers Corner

Por Andrés Miguel

¡¡Camarero, otra de impuestos...!!


"Un liberal es alguien que se siente en deuda con el prójimo, deuda que se propone pagar con tu dinero" (G. Gordon Liddy).

Te parecerá un sinsentido, pero estoy hasta el moño de pagar impuestos. Aún a riesgo de que se me acuse de insolidario, fascista y qué sé yo qué más cosas, he de confesarte que lo que se nos va en impuestos ya pasa de castaño oscuro.

Este es un país en el que los impuestos directos e indirectos, estos más sibilinos e indiscriminados, cercenan de tal modo la capacidad económica de las clases medias (entre quienes me encuentro), que se hace muy difícil sobrevivir sin que te entren ganas de largarte a cualquier otro sitio donde no te señalen por llevar trabajando toda la vida, siendo cabal en el gasto, ahorrando en lo posible y tratando de que tus hijos disfruten de una mejor vida que la que tú has tenido que soportar. Y, por desgracia, resulta que en realidad no te puedes ir porque tu situación económica no es tan solvente como se necesitaría para coger los bártulos y ponerte en camino a Costa Rica, por ejemplo, además de que hay una vinculación emocional, familiar, que te impide realmente hacerlo... ¿cómo vas a poner 5.000 kms de distancia entre tú y tus hijos? Ganas no te faltan, pero opciones, reales, tienes pocas.

Vivimos en un lugar del planeta que lo tiene todo menos petróleo. Piénsalo. Todo. Sin embargo, nuestra situación económica, como país, es deplorable, el ambiente político es medio guerra-civilista y el ánimo de los ciudadanos es cada día más depresivo. La vida es, a cada minuto, más complicada, opresiva, y, por mor de políticas chachipiruli y megapijoecológicas, ya no puedes ni echar una meada detrás de un árbol. Todo está prohibido o se encuentra en fase de estarlo... y lo que está permitido lleva un impuesto... ya sea el del plástico, el del azúcar o el que se invente algún pijoprogre de cualquier partido para borrar la huella en el aire que dejan las barbacoas de fin de semana en un pueblo de Soria, que de camino a eso vamos.

No creas que estoy de broma pese al tono de lo que vas leyendo. No lo estoy. Llevo toda mi vida pagando impuestos y qué he recibido a cambio: Nada. ¿Qué han recibido mis hijos? Nada. Ni los inventos de barra de bar que lanzan algunos como los 400 euros pa'gastarse en cine, el bono joven para el alquiler o el bono p'al tren. Nada. Ni una rebaja en ningún impuesto. Nada.

Y esto es así porque los liberales que nos gobiernan han decidido pagar sus cuentas con el medio ambiente y con la pobreza en el cuerno de África contra mi cuenta corriente, contra la tuya también, de hecho, contra la de cualquier ciudadano que tenga un trabajo estable y una nómina sólo decente.

En breve pagaremos por circular por una autovía pese a que con nuestros impuestos ya pagamos de requetesobra mucho más que lo que cuesta su mantenimiento. Y todo, porque los gobiernos han preferido gastar el dinero en gilipolleces, endeudarnos hasta el infinito y seguir disfrutando de la Visa del Congreso, el chófer a la puerta y los beneficios del cargo. Estoy hasta el moño de estos liberales que siguen creyendo que el dinero público no es de nadie, mientras siguen recaudándolo a garrotazos, sangrando a los que tenemos la suerte de tener aún algún trabajo. Llevamos así 20 años.

Quizás te parezca que soy un retrógrado, pero preferiría una autovía menos a un impuesto más, asumiría de mejor grado un tren menos veloz entre Valladolid y Valdemorillo del Moncayo que una tasa por aparcar a la puerta de mi casa, aceptaría sin rechistar mantener una red de centrales nucleares bien supervisadas que me permita atender un recibo de consumo eléctrico de menor importe en lugar del que ahora pago que, para ser sincero, ya no sé ni lo que comprende, pues creo que lo que realmente gasto no es ni la quinta parte del total que pago... a veces pienso que hay parte del recibo destinado a sufragar los gastos del Falcon.

También me encantaría poder visitar una iglesia sin pagar el peaje de la entrada o el Museo del Prado un día cualquiera; no sé por qué hay quien entra gratis si tiene dos ojos igual que yo y le gusta el arte igual que a mí; si el Prado se mantiene con mis impuestos, qué menos que me permitan visitarlo gratis.

Si resulta que soy un sinvergüenza porque creo en estas cosas, porque siento en lo más íntimo que vale ya de robarnos a quienes nunca disfrutamos de ningún beneficio o porque me resulta algo molesto que le ocupen la casa a un tío que trabaja de panadero, a una viuda o a un pensionista, pues quizás lo sea. Pero será un problema mío, no necesito que lo arreglen desde un Ministerio o desde la Delegación del Gobierno.

Si resulta que, en este país, uno no puede ya decir lo que le plazca, sin insultar a nadie, pues mal andamos.

Si resulta que, en este país, uno no puede ya decir que le gustaría pagar impuestos de manera razonable y equitativa, pues mal vamos. Observa que no hablo de no pagarlos, sino de hacerlo de manera equilibrada.

Cambiarán los gobiernos, pero no tengo esperanza alguna de que esto cambie. Sólo me desahogo. ¿Puede uno, en este país, hacerlo?