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Clásico

Menudo Panorama

Por Pedro Santa Brígida

¡Regenérame, presidente!


Esta legislatura está resultando muy entretenida, más incluso que la batalla entre El Hormiguero y La Revuelta. Mientras el Gobierno aguanta ¿estoicamente? los palos que le atiza día sí y día también su socio Puigdemont, al tiempo que pierde votaciones en el Congreso y se muestra incapaz de sacar adelante los presupuestos generales del Estado, ahora nos deslumbra con un Plan de Acción por la Democracia. Sin pudor alguno.

Después de escuchar atentamente a los ministros Félix Bolaños y Ernest Urtasun presentar el proyecto de regeneración democrática, tras la reunión del Consejo de Ministros, no salgo de mi asombro. Un montón de palabrería, titulares grandilocuentes, presuntos profundos cambios legislativos y, en el fondo, nada de nada, salvo ceder nuevamente ante algunas viejas demandas de las formaciones políticas nacionalistas e independentistas. Lo de siempre, pan y circo.
Salvo que a partir de que se apruebe -si es que sale adelante- el plan, los más exaltados del país podrán legalmente cagarse en la madre del Rey, insultar a los católicos que van a misa y ese tipo de minucias, no hay mucha más novedad en la oficina. Lo de intentar controlar a la prensa (y a los jueces), que continúa siendo la piedra en el zapato de los actuales mandamases patrios, empieza a oler a rancio. Creo que, directamente, deberían cerrar a los infames medios de comunicación que osan criticar al Gobierno.

El Plan de Acción por la Democracia me parece un brindis al sol, un nuevo intento de llamar la atención de los propios y de intentar cabrear a los ajenos. Manejar el relato, ni más ni menos. Mejor que se hable del control de la prensa, de las ofensas a los sentimientos religiosos o de los delitos relacionados con las instituciones del Estado, que no de una tal Begoña Gómez o del cual Koldo. Empieza a resultar todo un tanto burdo, incluso infantil. Particularmente, me ha encantado el apartado dedicado a la publicidad institucional, se supone obviamente que a la que realizan las comunidades autónomas o grandes ayuntamientos no afines al Gobierno central. Entiendo que Sánchez le quiere imponer a Ayuso, por poner un mero ejemplo, en qué medios de comunicación debe insertar los anuncios y patrocinios publicitarios de la Comunidad de Madrid. 'Homérico', que exclamaría el gran actor Barry Fitzgerald en la película El Hombre Tranquilo (John Wayne y Maureen O’Hara).

Ni siquiera merece la pena entrar a valorar si con este plan hay un ataque a la libertad de expresión y un retroceso en las libertades y derechos fundamentales de los españoles, me parece todo un cutre sainete de pésima calificación, una demostración más del nivel ideológico e intelectual de quienes rigen el destino de los españoles, precisamente porque los españoles así lo hemos votado. Cada cual tiene lo que se merece, que reza el rico refranero popular.

Mientras los gobiernos de Sánchez se caracterizan por una más que llamativa ausencia de transparencia, el presidente pretende querer saberlo todo de los medios de comunicación, de los que le atizan, claro. Pretende conocer hasta el mínimo detalle, como si saber quienes son los o las compañeras de cama de sus accionistas o periodistas pudiera ser de interés público. Quizá como arma arrojadiza, nunca se sabe. La denominada máquina del fango siempre ha estado ahí, pero en estos tiempos que corren con más energía y presencia que nunca. Ahora que me quieren regenerar, democráticamente hablando, me pregunto cómo es posible que haya sobrevivido tanto tiempo sin que me dijeran cual es la verdadera manera de vivir. Por fortuna para mí, ya se lo pregunté hace décadas a un gran rockero, Rosendo Mercado...