La guerra de las ideologías ha llegado a la parrilla de televisión de máxima audiencia. Lo que nos faltaba para mejorar la convivencia patria. Ya disponemos de un tema más de debate nacional, de enfrentamientos dialécticos, de discusiones de barra de bar. El Gobierno ha conseguido lo que pretendía, meterle el dedo en el ojo a Pablo Motos a través del nuevo programa de David Broncano en La 1 de TVE.
Era de esperar, los cerebros de Moncloa, siempre ávidos de confrontación, disciplinados en la tarea de recrear las dos Españas y ansiosos de continuar en el poder, han lanzado a la estrella emergente de la televisión contra el azote de Pedro Sánchez y cía. Hay batalla por la audiencia y, de paso, programa de entretenimiento con sesgo ideológico favorable al poder establecido en horarios de prime time. Volvemos a los tiempos de las Crónicas Marcianas de Javier Sardá.
Los primeros capítulos de La Revuelta de Broncano han dejado claro que estamos ante un espacio de entretenimiento, trufado de intenciones políticas más que evidentes a través de algunos de sus colaboradores o invitados. La fórmula televisiva en la que el presentador hace de bueno y los palos los pegan quienes pasaban por allí es más vieja que el tebeo. Sin ir muy lejos, lo llevan haciendo sin rubor alguno un montón de correveidiles en concretas televisiones autonómicas de este país desde hace décadas. El Hormiguero de Pablo Motos de Antena 3 sigue estando por delante en las audiencias globales de los primeros días de lucha por el share, sin embargo la distancia es menor de lo que venía siendo habitual con la televisión pública en los últimos años. Tiempo al tiempo. Veremos como se sitúan unos y otros después de las primeras semanas y meses de combate. La contienda será larga y ardua.
Sigo a Broncano en la tele desde hace tiempo, domina el medio, pone cara de no haber roto un plato y se apunta a lo que haga falta. Es un tipo espabilado, ágil de reflejos mentales, con una mezcla de humor irónico y ácido, según el momento. Su estilo es muy diferente a lo habitual, ahí estriba su éxito. Estilo fresco, irreverente, que cuenta con el favor del público más joven. A Pablo Motos, después de escucharlo en la radio, lo llevo viendo un montón de años. Es el gran capo de las audiencias. En su día, llegó con aire fresco e innovador al área de la televisiva nocturna, en compañía de Jorge Salvador, uno de los reconocidos expertos españoles en entretener audiencias. Es un gran entrevistador, listo como el hambre. Mantenerse ahí durante casi dos décadas tiene mucho mérito. En la historia audiovisual española los que lo han conseguido son contados con los dedos de una mano. Estando estos días en un lugar público escuché a dos personas (varones, uno de algo más de sesenta años y el otro de poco más de treinta) hablar del tema que nos ocupa. Discutían con pasión sobre El Hormiguero y La Revuelta, de Motos y Broncano, sus estilos, sus capacidades, sus colaboradores...
Elevaban la voz al defender sus posiciones. El resultado final, combate nulo pero con caras largas. Cada cual se iba convencido de sus argumentos, entre los que se habían incluido apelaciones a la presunta afiliación ideológica de los presentadores (derecha e izquierda) y al supuesto espectro generacional de sus seguidores (viejos y jóvenes). Lo dicho, quienes buscaban más opiniones crispadas en la sociedad española por cuestiones ideológicas lo han conseguido. Así nos luce el pelo. El programa de Broncano nos va a costar a los españoles 14 millones de euros al año y el de Motos, cero. Cada cual que vea y que opine lo que le venga en gana. Una pena que, con tanto encontronazo audiovisual, el que vaya a pagar el pato sea el bueno de Carlos Latre y su Babylon Show de Telecinco.