Decía el escritor León Daudet que con el enemigo puedes hacer tres cosas: Apartarte de él, convertirle en amigo y eliminarlo por completo. Convertir al enemigo en aliado y eliminarlo por completo requiere de una estrategia difícil pero muy efectiva que desarma a la persona en cuestión, se hace demostrando en todo momento que sus armas son ineficaces contra nosotros, lo que implica un desgaste si no estamos muy preparados. Hoy vamos a tratar la primera por ser la más fácil de aplicar y la más rápida, apta para todo el mundo.
Desde Moisés hasta nuestros días todos los grandes líderes han experimentado en sus carnes el amargo sabor que deja la traición y la manipulación de un enemigo. Por mucho que uno no se lo merezca, y por muy importantes que seamos, al enemigo no le importará más que ejecutar su plan contra nosotros, y cuanto más tratemos de estrechar lazos de simpatía mayor espacio le daremos para preparar su plan de ataque. Hay que separarse de él.
Un enemigo no es más que alguien que ha visto en nosotros un motivo para sentirse mal consigo mismo. Sea en mayor verdad o en mayor mentira, lo consideremos justo o no, se ha sentido ofendido por nuestro comportamiento y por eso pretende atacarnos. Cree que al ejecutar su plan todos sus demonios se disiparán. Es una sensación falsa de justicia porque le convierte en alguien que trata de sentirse mejor dejando aflorar dentro de su cuerpo emociones aún más dañinas de las que tenía. Pero ese es su plan, y nosotros debemos tener el nuestro.
Ante el ataque de un enemigo o de un amigo convertido en enemigo es normal que lo primero que hagamos sea no pensar que nos trata de hacer daño. Somos criaturas racionales, tendemos a creer que los demás tratarán de resolver sus conflictos hablándolos con nosotros. El despecho de alguien ofendido puede alcanzar cuotas de maldad inimaginables, eso es justamente lo que más cuesta asimilar. Lo he vivido en mis propias carnes, resulta muy difícil creer que alguien a quien tienes cariño trate de derribarte. Por lo tanto la primera acción que debemos llevar a cabo es ver las cosas con perspectiva y aceptar lo que nos está pasando, lo que nos están tratando de hacer.
Entiendo que esto no resulta rápido ni fácil, más cuando estamos tratando con un amigo o un familiar. Lo que tenemos que preguntarnos es, si esto sigue así ¿hasta cuándo seguirá esta persona arrinconándome?, ¿cómo de dispuesto estoy a ponerme de rodillas cuando él es el enemigo y no yo? Aquellos afortunados que han logrado escapar de las redes del enemigo saben que se han librado de mucho perjuicio, sin embargo a aquellos que han caído lo mejor es ofrecerles toda la ayuda y paciencia posibles hasta que recuperen la fuerza necesaria para salir de ahí.
Existen dos cosas que se pueden hacer en estos casos: lucha y cuarentena. Luchar cuando se está metido en el lío y cuarentena absoluta cuando se ha salido de él. Es un clásico pensar que ante el ataque o manipulación de alguien basta con hacer caso omiso. La estrategia no funciona porque cuando se retoma el contacto con la persona los sentimientos negativos se recuperan con facilidad. Lo mejor que se puede hacer es luchar. ¿Cómo se lucha? No pensando en ningún momento que la persona nos quiere hacer daño por algo personal. Solo está expresando su podredumbre con el mundo y nosotros estamos por el medio, nada más, lo mejor es tratar de hacer nuestros propios planes al margen de su opinión. En cuanto nuestros planes consistan en asumir los suyos, estaremos perdidos.
Lo siguiente es especialmente relevante. Hay que huir de las personas infelices y manipuladoras como de la peste. Esta gente suele ser muy contagiosa y usan el victimismo para seguir teniendo fuerza. No hay que tener piedad ni pena, hay que separarse. Una vez hayamos logrado no renunciar a nuestros planes lo que hay que hacer es separarse. Recuerda lucha y cuarentena. La única paz y seguridad que podemos esperar de nuestros enemigos es su desaparición.
El destino que nos espera a todos cuando vamos repartiendo piedad y comprensión como caramelos en una cabalgata de reyes, es morir a manos de nuestros enemigos. No hay que matarlos ni comportarse como ellos, hay que luchar por no dejar de ser uno mismo y ponerle punto final a la enfermedad. Si no piensa, ¿están teniendo ellos algún tipo de piedad y comprensión contigo?