Todos hemos oído hablar del 'veranillo de San Martín'. Alrededor del 11 de noviembre, festividad de San Martín, a lo largo de unos días se dan unas temperaturas más altas de lo habitual para esa época del año. Existen refranes alusivos a este tema: "El veranillo de San Martín dura tres días y fin", "El veranillo por San Martín ha de venir", o "De San Martín a Santa Isabel veranillo es". En lengua occitana, sin embargo, los refranes con San Martín indican nieve o frío, no calidez.
El nombre 'veranillo de San Martín' está ligado a una leyenda en torno a este santo, llamado 'el decimotercer apóstol' o 'el apóstol de las Galias'. En Francia, donde más se le venera, medio millar largo de pueblos se llaman San Martín, y más de 4.000 parroquias lo tienen de titular. Tras concluir la reconquista, se repobló el norte de España con franceses, que trajeron sus devociones propias, como San Martín de Tours.
De él se sabe que nació en el año 316 en Savaria, la antigua Panonia, una provincia romana en la actual Hungría, donde su padre, tribuno militar, formaba parte de una guarnición. Sus progenitores, paganos, elegirían para él un nombre derivado de Marte, dios de la guerra. Recibió su educación en Pavía (Italia), entrando en contacto con la religión cristiana. A los 15 años quiso huir al desierto para vivir el evangelio, pero su padre, para apartarlo de esas ideas, lo enroló en la guardia imperial romana. Durante este periodo en el ejército ocurrió el más famoso suceso de su biografía.
A finales del año 337, estando destinado en Ambianum (la actual población francesa de Amiens), un día muy frío, cuando atravesaba la puerta de la ciudad, vio un mendigo protegido con muy escasa vestimenta, que tiritaba acurrucado. Apiadándose, con su espada cortó su capa en dos y le dio una mitad, quedándose con la otra. Esta es la escena reiterada en su representación iconográfica.
Los soldados romanos debían pagar la mitad del coste de su equipamiento en aquel momento. La otra mitad la sufragaba el Imperio. Martín regaló su mitad de la capa, pues la otra mitad no le pertenecía.
Se dice que Dios envió a la Tierra meteorología templada unos días, para que ambos no pasaran frío con media capa. En Cataluña, la tradición explica que en el momento en que Martín compartió su capa con el mendigo, dejó de nevar, el sol deshizo la nieve y salió el arco iris. Por eso en catalán llaman "arc de Sant Martí" al arco iris.
Esa noche, Martín vio en sueños a Cristo vestido con la media capa que él había dado al pobre, explicando a los ángeles que él era el soldado romano que le había ayudado y le decía: "Martín, hoy me cubriste con tu manto".
El suceso es narrado en la primera biografía del santo que escribió su discípulo San Sulpicio Severo en vida de Martín, completándola luego con su muerte y sepultura. San Martín se convirtió en uno de los principales santos durante siglos. Su día era fiesta en todos los reinos cristianos, se hacía la matanza del cerdo y se festejaba la cosecha.
Martín, tras tener esta visión, se hizo bautizar en la Pascua del 339, y abandonó la milicia. Marchó a Poitiers, donde era obispo San Hilario, y se unió a sus discípulos, comenzando su instrucción en filosofía y teología para ordenarse diácono. San Hilario le cedió unas tierras en un sitio solitario y allí fundó el primer monasterio de Francia. Pasó en el lugar diez años, dedicado a orar y estudiar el evangelio. Los habitantes de los alrededores refirieron curaciones por sus bendiciones.
En el año 356, Hilario debe exiliarse en Oriente, y Martín viaja a Savaria, con sus padres. En el camino es asaltado por un ladrón, al cual habló tan elocuentemente, que se arrepintió y se hizo cristiano. Llegado a la casa paterna, logra convertir a su madre.
Martín viajó después a Milán, donde predicaba al pueblo, por lo que fue expulsado de la ciudad por el obispo arriano que había usurpado la sede. Retirándose a la Isla de Albenga como eremita, casi muere al comer por error una hierba venenosa. Una tradición cuenta que se le apareció la Virgen, acompañada por Santa Tecla y Santa Inés, y le sanó.
Dos años después, Hilario regresó a Poitiers, y Martín lo acompañó en su fundación de un recinto monástico. Allí realizó lo que se consideró su primer milagro, resucitando a un catecúmeno.
En el 371, al morir San Lidoire, obispo de Tours, el pueblo quiso que Martín fuera su sucesor, pero como sabían que se negaría, le llamaron poniendo como excusa pedirle visitar a una enferma. Llegado a la catedral, la multitud lo aclamó como obispo de Tours, por más que él declinaba. Los obispos convocados, ante la presión popular, le ordenaron presbítero y obispo. Era el 4 de julio del 371. Para siempre sería conocido como San Martín de Tours.
Martín siguió viviendo como monje, aún siendo obispo. Se hizo construir una celda anexa a la iglesia, pero cansado de visitantes, y amante de la naturaleza y la paz, se fue a un lugar retirado a orillas del Loira, donde luego estaría la abadía de Marmoutier, a una celda de madera, rodeada de un pequeño jardín. Allí llegó a tener 80 discípulos, quienes vivían como él, vestidos con pieles rudimentarias, comiendo solo una vez al día y teniendo todo en común. Recorrió su diócesis y dejó en cada pueblo un sacerdote, fundando las parroquias rurales en Francia.
Entre sus discípulos estuvo San Bricio, al que Martín apartó de una conducta poco recta, llevándolo por el buen camino. Bricio tomó el hábito monástico en la comunidad fundada por Martín, y le sucedió en la sede de Tours.
El santo se esforzó en erradicar el paganismo y las herejías. En una aldea donde adoraban a un pino, Martín retó a los paganos a que cortasen el árbol, sentándose él en el sitio donde debía caer, para demostrarles que los dioses nada podían frente a Cristo. Así se hizo y el árbol cayó al lado opuesto, derribando el templo de un ídolo. Esto provocó la conversión de los paganos, que levantaron una iglesia en lugar del templo.
En 27 años como obispo se ganó el cariño de su pueblo. Supo por revelación cuándo moriría y lo comunicó a sus discípulos. Murió el 8 de noviembre del 397, con unos 80 años, en Candes-Saint-Martin, un pueblo cercano a Tours, en el lugar donde hoy hay erigida una colegiata.
Su cuerpo fue llevado hasta Tours, dice la leyenda que en un barco "sin velas ni remos, que río arriba subió sin tropiezo, mientras los árboles florecían a su paso". Sus reliquias fueron trasladadas por 2.000 monjes en un cortejo fúnebre, entonando salmos.
Fue sepultado el día 11 en un cementerio a las afueras de la ciudad, y en esa fecha es en la que se celebra su fiesta. En el 412 San Bricio construyó allí una iglesia consagrada a San Esteban (en aquella época las iglesias sólo estaban dedicadas a los mártires) para albergar el sepulcro. El 4 de julio de 473, San Perpetuo de Tours lo trasladó a una nueva iglesia, la primera dedicada a un santo no mártir, en un sepulcro de mármol. La colegiata de San Martín en Tours se convirtió en un gran centro de peregrinación durante siglos.
Los reyes francos de la dinastía merovingia sentían gran devoción por el santo y la visitaban a menudo. La reliquia de la mano del santo era una de las más veneradas. En el año 507, el rey Clovis atribuyó una victoria sobre los visigodos a la ayuda de San Martín y lo tomó como patrón de los caballeros francos y protector de la realeza francesa.
La capa de San Martín era llevada como talismán en las batallas y para custodiarla surgió el cargo de cappellanus, las raíces etimológicas de nuestros 'capellanes' actuales.
Y es que la dinastía carolingia continuó la devoción a San Martín. Carlomagno estableció la capital de su imperio en Aquisgrán. Allí hizo construir un recinto palaciego con una iglesia de planta octogonal, en la que depositó las reliquias más relevantes de su reino, como la media capa de San Martín, guardada en una urna en un pequeño santuario. Como la llamaban capella, 'capilla', la gente decía: "Vamos a orar donde está la capilla". De ahí el surgimiento de la palabra capilla para los oratorios. Una reliquia de la capa también se veneró en Amiens durante siglos.
El linaje sucesor en el trono francés, los Capetos, no fue a la zaga en devoción al santo. El nombre del primero de esos reyes, Hugo Capet, se relaciona también con la capa.
En 1562 los calvinistas incendiaron el templo y profanaron el cuerpo del santo, salvándose un hueso y parte del cráneo. Durante la Revolución Francesa la antigua colegiata fue parcialmente destruida, usándose como establo, y después demolida, salvo dos torres que aún subsisten: la torre del reloj y la torre Carlomagno. Delahaye intentó reconstruir la basílica de San Martín copiando la anterior, pero en ese momento ya había nuevas calles y casas donde había estado el sepulcro del santo. En 1857 Morlot, arzobispo de Tours, compró las casas. La excavación en 1860 tuvo como resultado el descubrimiento del sepulcro, que se ubica actualmente en una cripta.
La basílica presente fue construida entre 1886 y 1924 en estilo neobizantino según planos del arquitecto Victor Laloux, con su cúpula exterior coronada por una gigantesca imagen de bronce de San Martín con los atributos episcopales. El presidente de la República Francesa ostenta el título honorífico de canónigo de la basílica.
La Via Sancti Martini, un conjunto de rutas de más de 5.000 km por una docena de países de Europa, conecta hoy ciudades europeas que formaron parte de la vida de San Martín: miles de monumentos están dedicados a él, incluidas catorce catedrales. Como la ruta que une Szombathely (Hungría), su lugar de nacimiento, con Tours, donde fue obispo y se encuentra su tumba, pasando por Pavía, donde se educó; y la ruta que une Tours con Worms (Alemania), donde abandonó el ejército romano, y Trier (Alemania), donde conoció al emperador.
Fotografías: Gabriela Torregrosa