circle
Reels

Cuaderno de bitácora

Por Sonsoles Sánchez-Reyes Peñamaria

Cuando Alfonso XII salió a ver delfines con su prometida


 

Aunque a Alfonso XII no se le concedió vivir una existencia larga (es uno de los miembros del numeroso y lúgubre 'Club de los 27', compuesto por celebridades fallecidas a esa temprana edad), su trayectoria vital está tan jalonada de acontecimientos relevantes y giros del destino, que su densa biografía ha inspirado novelas y películas.

Con casi diez años marchó con su familia a un exilio francés que se prolongó hasta su vuelta a España un sexenio después, un adolescente al que las Cortes proclamaban rey y que prevalecía ante todos al imponer su boda el 23 de enero de 1878 con su prima María de las Mercedes, hija del duque de Montpensier, un Orleáns enemigo acérrimo de su madre, la reina depuesta Isabel II.

La historia de amor fue tan singular que se recuerda hasta el día de hoy, recogida en coplillas y canciones infantiles. No solo por el elemento de Capuleto-Montesco, sino por la tragedia de que la joven reina fallecía de tifus solo cinco meses después del enlace, apenas dos días después de cumplir los 18 años, el 26 de junio de 1878. Alfonso escribía, desgarrado: "me he quedado como un cuerpo sin alma".

Pero, transcurrido el preceptivo año de luto y sin tiempo que perder, los consejeros reales se encargaron de elegir otra reina para el monarca viudo. Alfonso, consciente de la necesidad dinástica de procurarse un heredero, en especial en un siglo tan convulso y conspirador en la historia de España, accedió a contraer segundas nupcias en una boda de Estado. La escogida por la diplomacia era la archiduquesa de Austria, María Cristina de Habsburgo-Lorena, apenas unos meses más joven que él, que según los evaluadores aunaba los requisitos de familia, fe, educación y características personales.  

En agosto de 1879, el rey inició un viaje de incógnito bajo el nombre de Marqués de Covadonga, para conocerla en persona. Dispuesto a visitarla en Viena, se congratuló al saber que Cristina, por recomendación médica, planeaba pasar unos días de verano con su madre viuda en Arcachón, una localidad balneario francesa de moda, y es allí donde se encaminó en ferrocarril, sin dilatarlo más a pesar de haberse roto el brazo recientemente en un percance y llevarlo en cabestrillo. La prensa española dio pábulo a todo tipo de rumores los días previos, poniendo ya en guardia a la sociedad para un enlace real que se antojaba inminente. A pesar del discreto viaje del monarca, la expectación levantada hizo que numerosos periodistas de distintos países se interesasen por cubrirlo y reflejarlo en sus medios.

La costera Arcachón, próxima a Burdeos, había nacido como ciudad en 1857 por decreto de Napoleón III. Ese mismo año, los hermanos Émile e Isaac Pereire, exitosos empresarios, consiguieron autorización imperial para extender la línea férrea hasta Arcachón, lo que supuso un decisivo impulso para la llegada de turismo. A continuación, invirtieron en la construcción de bellas residencias e infraestructuras modernas y de alta calidad. La primera zona de la ciudad que se desarrolló fue la llamada 'Villa de Verano', junto al mar, donde los visitantes podían disfrutar de baños de agua marina para restablecer su salud. Fue seguida de la urbanización de otra área en lo alto de la colina, la 'Villa de Invierno', dotada de unos chalets al estilo suizo rodeados de pinos, lo que según los médicos proporcionaba una mezcla terapéutica de aire puro en un clima benigno, en especial para enfermedades respiratorias, como si se tratase de un enorme hospital sin paredes, atractivo durante todo el año. Así, la aristocracia y la burguesía adinerada europea comenzaron a acudir regularmente a Arcachón, que se convirtió en un destino de descanso de primer nivel.

Allí, en el chalet denominado 'Bellegarde' de la 'Villa de Invierno', llevaban diez días alojadas las archiduquesas María Cristina e Isabel, su madre, cuando Alfonso XII llegó a Arcachón el 22 de agosto de 1879. La mansión había sido levantada solo dos años antes y pertenecía a un austríaco, Otto Kern, que posteriormente con el estallido de la Primera Guerra Mundial dejaría su país para afincarse en San Sebastián, regentando la icónica casa de tés 'Garibay Tea Room'. En 1910 el chalet cambió su nombre al de 'Villa Athéna', que continúa hasta hoy. En su fachada que da a la Calle Marie-Christine (nombrada en honor a la futura reina de España), una placa junto a la puerta de entrada conmemora que allí tuvo lugar el primer encuentro entre Alfonso XII y María Cristina.

Efectivamente, al día siguiente de su llegada a Arcachón, el sábado 23 de agosto de 1879, allí acudió el monarca a conocer a la candidata a compartir el trono con él. Alfonso XII se hospedaba a pocos metros, en la llamada 'Villa Monaco', construida por el célebre arquitecto Jules de Miramont, que pertenecía en ese momento al Sr. Ducasse. Otra placa en su fachada rememora que allí tuvo sus aposentos el soberano. María Cristina era muy aficionada a la música y le habían llevado un piano desde París. Había hecho vida muy tranquila en Arcachón mientras esperaba el advenimiento del rey.

En su semana en Arcachón, Alfonso XII pasó tardes enteras con la joven y su madre en 'Villa Pereire'. Su anfitriona era Cécile Pereire, hija de Émile, uno de los fundadores de la localidad, que puso a su disposición su inmensa propiedad con playa privada donde podían estar alejados de miradas. Paseaban por el gran parque de la villa y merendaban en la casa. También en una ocasión navegaron por la bahía en un bote de remos. Cécile dejó escrito sobre Cristina: "No es bonita, pero sí graciosa, y viste con una sencillez incomparable". El trato afable de esos días entre ambos jóvenes les permitió ver que eran lo suficientemente compatibles para materializar el proyecto de alianza que sobre el tablero geopolítico había sido diseñada para ellos. El rey también dedicó tiempo a recibir a varios españoles en su villa.

Fue un día de ese breve cortejo, tras un largo paseo, cuando Alfonso y María Cristina se sentaron junto al mar. Entonces, se maravillaron al distinguir un número importante de delfines cuyos gráciles movimientos en el agua les divirtieron mucho, porque nunca antes habían visto uno de estos animales. Sonrientes, olvidaron las rigideces del protocolo para disfrutar de uno de esos raros instantes que se recuerdan de por vida. 

El viernes 29 de agosto los jóvenes abandonaban Arcachón. Alfonso XII partía por la mañana hacia La Granja; las archiduquesas hacia Burdeos, París y finalmente Viena. Ya se habían prometido. Para la celebración del matrimonio habían decidido el 28 de noviembre, cumpleaños del rey. Finalmente, tendrá lugar al día siguiente, el sábado 29, en la Basílica de Atocha de Madrid. 

Solo un mes después de su boda, entrando los reyes en carruaje al Palacio Real, sufrieron un atentado del que salieron ilesos. Un brusco despertar de María Cristina a la realidad, que finiquitaba para siempre el cuento de hadas. Para Alfonso XII no era una novedad: ya había sobrevivido a otro intento de regicidio en la calle Mayor madrileña, estando casado con María de las Mercedes.

De la pareja real nacerán tres hijos: María Mercedes (1880), María Teresa (1882), y un hijo póstumo, el futuro Alfonso XIII (1886). A las dos hijas les estará reservado el mismo destino cruel de morir de sobreparto. La condición de supervivientes unirá a madre e hijo de manera muy estrecha.

Al cumplirse un año del comienzo del noviazgo, en agosto de 1880, la reina madre Isabel II fue a visitar los lugares donde se habían conocido su hijo y su nuera. En Arcachón se alojó en 'Villa Carmen', que pertenecía al Sr. Hennon, concejal del ayuntamiento de la localidad. Por su parte, el rey Alfonso XIII también irá tres veces a Arcachón para ver con sus propios ojos la ciudad donde tuvo lugar el encuentro de sus padres: en 1907, 1910 y 1927. 

Alfonso XII gozó de enorme popularidad entre su pueblo, por su carácter "castizo" y su costumbre de visitar a los afectados y damnificados en desgracias como el terremoto de Andalucía, las inundaciones en Murcia o la epidemia de cólera. Pero, de puertas para adentro, la relación de Alfonso y María Cristina no fue un camino de rosas. La convivencia descubrió desavenencias de difícil conciliación. El rey era muy aficionado a la vida nocturna y a la compañía femenina. Mientras nacían sus dos hijas matrimoniales, era padre otras dos veces, en 1880 y 1881, de dos hijos varones extramatrimoniales habidos con la cantante lírica Elena Sanz. Esa situación produjo momentos de tensión entre los reyes, que solo cabe especular en qué podrían haber desembocado si su matrimonio hubiese durado más de los seis años en los que se extendió.

Alfonso XII moría al agravarse su tuberculosis, el 25 de noviembre de 1885, tras desoír los consejos médicos de reposo que venían prolongándose demasiado tiempo ya. Quizá entre sus últimos recuerdos albergaría el de aquella tarde calurosa en la Bahía de Arcachón cuando descubrió delfines por primera vez junto a una joven, soñando entre risas el imposible de que ante sí tenía más futuro que pasado.

 

 

 

 

FOTOGRAFÍAS: GABRIELA TORREGOSA.