circle
Reels

Cuaderno de bitácora

Por Sonsoles Sánchez-Reyes Peñamaria

El alma en los viajes


Pocas veces se reconoce uno tanto como cuando está con el pie en el estribo, la mano en la maleta, las mariposas en el estómago al elevarse el avión o la mirada fascinada prendida en un lugar que nunca antes imaginó. El viaje vivido con intensidad es una experiencia personal de descubrimiento, del mundo y de uno mismo. Se parte un día de la esfera doméstica protectora para recorrer un camino inexplorado a cuyo regreso uno intuye que ha cambiado, que para siempre ha dejado de ser el mismo.

"Yo soy yo y mi circunstancia", decía Ortega y Gasset. Llegar a una tierra lejana y extraña permite mutar una parte importante de la circunstancia que envuelve cotidianamente, y así, sin elementos que enmascaren la percepción y despojado de muchas cosas, queda el yo desnudo, se ve uno frente a un espejo que no miente, que solo devuelve la genuina verdad de lo que uno en realidad es, ama, teme, anhela, espera, añora, cree, siente. La propia identidad.

Hace seis meses surgió la idea de recoger en un blog algunas historias que volvieron de viajes, colándose entre los pliegues del equipaje del alma. De esas que al retorno a casa se comprueba que han logrado insertarse entre recuerdos y emociones, que se han quedado dentro para siempre.

Historias de seres humanos, de épocas que una vez fueron, de sueños y deseos convertidos en piedras y leyendas, de animales que rezuman nobleza y dignidad. Del latido que siempre se oye si se escucha detrás de los museos y las guías de turismo, de las puestas de sol a las que ningún objetivo puede hacer justicia, del sabor de una comida cuyos ingredientes han absorbido sabiduría de años, lluvia fina y calidez de tierra fértil, de esa cultura ancestral que nunca se ha enseñado en las escuelas.

Episodios que parecerían relatos si no hubieran sucedido, sucesos que aún conmueven por muchas veces que se evoquen. Palabras que un día se pronunciaron y deben hurtarse al olvido. Sensaciones que deslumbraron hasta la imposibilidad de trocarse en palabras. Personas que fracasaron sin sospechar jamás que tras morir triunfarían, proyectos a los que estaba reservado sobrevivir a quienes los idearon.

Este blog irracionalmente ha aspirado a salvaguardar todo, a preservar ecos y reflejos de cada itinerancia, a contarlo para que no desaparezca junto con nuestro natural efímero. Como si acaso se pudiera. Ahora, pasado el tiempo, es el blog el que a su vez se ha ganado que se dote a su testimonio de una memoria inmune a la fugacidad, y con ese afán se convierte en libro.

Cuaderno de bitácora continúa cada sábado aquí como hasta ahora, pero muy pronto contará además con un hermano en papel, que buscará ocupar su sitio entre estantes y anaqueles, para hacer viajar sin moverse del sillón a quienes se aventuren por las sendas de sus páginas y que, como el auténtico trotamundos, un día vuelvan de la lectura al íntimo rincón que llaman casa, transformados para siempre.

Fotografías: Gabriela Torregrosa