La corriente de preparar tu cuerpo bonito para un evento no es nueva. De hecho, desde el proyecto bikini hasta la boda de tu prima, son las míticas excusas para mejorar físicamente con un objetivo cortoplacista que rompe todos los esquemas en menos de 24 horas. Si bien es cierto que hace falta motivación para realizar un cambio en la alimentación, también hay que saber buscar esa motivación sin entrar en dramas ni objetivos express. Cuanto más radical es el cambio, antes se producirá el abandono de las acciones.
Hace unos años se puso de moda la dieta Dukan, fruto del boca a boca. Un supuesto médico que adornaba su despacho con cartulinas que le acreditaban como todólogo elaboró una dieta mágica. Efectivamente, la dieta Dukan funcionaba para adelgazar de forma drástica. Consistía en una restricción total de los hidratos de carbono provocando un déficit de glucosa, completamente necesaria para el funcionamiento del organismo. Con ello, se logra utilizar la grasa para producir glucosa.
Tan rápido creció que se acabó desinflando, ya con los bolsillos del supuesto médico llenos por la venta de libros. Y aunque esta alimentación ahora no se denomina Dukan, sigue existiendo con muchos defensores, de esos que tan pronto son expertos en fútbol como en coches de alta gama. Puede ser una dieta útil en ciertos casos, pero lo que está claro, es que no se puede ajustar tan radicalmente la alimentación de una persona con un libro o con las redes sociales.
Entre los defensores de las ahora llamadas "keto" (con la intención de poner un nombre más moderno), está el argumento de que un deportista profesional también acaba en cetosis. Y efectivamente es así. De hecho, no es necesario ser profesional, basta con hacer deporte a un nivel no especialmente alto para que el organismo se "reprograme" en el uso de la energía. Lo que sucede es que el deportista se alimenta de forma variada y hace ejercicio a diario, porque vive de ello. Además, llega a la cetosis de forma progresiva y controlada, nadie pasa de estar en el sofá a correr una maratón. Es decir, hay una adaptación, preparación y entrenadores por detrás, no es un cambio que se decide hacer de un día para otro tras comentarlo con la vecina.
Las etapas del cambio de Prochaska y Diclemente estudiaron el proceso de dejar de fumar. Sin embargo, a día de hoy se considera una teoría aplicable a todo cambio llevado a cabo por el hombre, desde la dieta hasta estudiar. Se inicia con la precontemplación, cuando ignoramos el problema y continúa con la contemplación, donde lo conocemos pero no tenemos motivación para cambiar y nos excusamos. La tercera etapa sería la preparación o determinación, cuando se valoramos realmente si cambiar o no, e iniciamos los primeros pasos en busca de la motivación para segioro justificar el abandono del objetivo.
Le sigue la acción, con la toma de decisiones de forma más sólida, convirtiéndose en un momento duro. Los resultados son lentos en cualquier cambio. Pasado un tiempo largo con las medidas adoptadas, hablaríamos de mantenimiento, tratando de dar la máxima longevidad a todo lo que hemos logrado y observándose los resultados. El problema real viene en la sexta etapa, la recaída. Es muy fácil abandonar un hábito ante cualquier situación pero es muy difícil volver a adaptarse. Tan difícil como que cada día que no se sigue el plan del cambio, se hace más cuesta arriba retomarlo.
Los proyectos, ya sean para bodas o para presumir en la playa, suelen conllevar alimentaciones restrictivas de ciertos productos. Igual de bueno es reducir las grasas trans, los alimentos ultraprocesados o el consumo de alcohol y refrescos como, también, no excederse en la restricción. Generalmente, los objetivos que se logran mediante la supresión de alimentos acaban produciendo un efecto rebote, porque al llegar el día clave, se abandona de golpe y se "compensa" con excesos. O en muchas ocasiones no se llega a lograr el objetivo.
Es importante centrarse en un pequeño cambio en el día a día y no en modificar algo que afecte excesivamente sin adaptación previa.