En esta ocasión, nuestro blog va dedicado al autor japonés Ryūnosuke Akutagawa (1892-1927), y, en particular, a uno de sus cuentos titulado 'En un bosquecillo' ('Yabu no Naka', en japonés) del año 1921. Encontramos la traducción al español del relato en un recopilatorio que, bajo el título de Rashōmon y otros cuentos, publica Miraguano Ediciones en Madrid, en el año 1987. La versión al castellano corre a cargo de José Kozer, quien también se ocupa, en la misma obra, de una serie de páginas biocríticas en torno al escritor, las cuales permiten acercarnos a Akutagawa y a su contexto histórico-literario.
Diremos sobre él que su madre era esquizofrénica y que falleció cuando el autor cumple once años, que tuvo una infancia enfermiza e infeliz, y que, con diez años, estudia inglés y chino clásico. Más adelante, ingresa en la Universidad Imperial de Tokio para especializarse en Literatura inglesa, llegando a graduarse en 1916 con una tesis sobre William Morris. Será un ávido lector, entre otros, de escritores occidentales, algunos de los cuales traduce –como es el caso de Anatole France y Yeats-.
Su obra es larga para una vida –la suya- muy breve. Escribe cuentos, diarios, ensayos, autobiografía, poesía e, incluso, reseñas y periodismo. Mientras, manifiesta intentos y pensamientos suicidas, alentados por la esquizofrenia que padece, y problemas nerviosos, dejando aparte otras dolencias: así, el 24 de julio de 1927, a la edad de treinta y cinco años, leyendo la Biblia, pone fin a su vida tras ingerir una sobredosis de veronal, habiéndose despedido por carta de su mujer y de sus hijos.
Nos informa José Kozer que Akutagawa trata de emular lo fragmentario, encontrando la causa para ello en su propia condición nerviosa. Y, precisamente, esa fragmentación –discursiva- la hallamos en el cuento seleccionado, 'En un bosquecillo', como comprobaremos a continuación.
El texto llama poderosamente la atención desde la voz narradora, como elemento focalizador. Técnicamente, es un caso de visión estereoscópica: consiste en que varios personajes, en primera persona, cuentan a su modo lo que vieron, es decir, la narración es múltiple (se oyen varias voces narradoras y todas relatan la acción desde su visión particular). De modo paralelo a la voz narradora, el punto de vista es el de una perspectiva múltiple. Este multiperspectivismo parece comunicar una consideración de la verdad como realidad inapresable.
En un estudio nuestro de hace ya algunos años mostrábamos que entre los autores occidentales que Ryūnosuke Akutagawa había leído se encontraba el ya conocido –para los seguidores de este blog- Ambrose Bierce, y analizábamos cómo el cuento del americano, 'The Moonlit Road' ('El camino iluminado por la luna'), había influido en la confección de 'Yabu no Naka' al hacer uso, previamente, de la aludida visión estereoscópica. Asimismo, la carga simbólica espacial materializada en el bosquecillo de cedros –árbol (el cedro) afín a la tradición bíblica y transmisor de fuerza (incluso, espiritual)- y bambú –planta ligada a la cultura japonesa, comunicadora de fortaleza también- sigue de cerca la simbología del paisaje en las narraciones del escritor norteamericano, donde el bosque –y los árboles, por extensión-, en concreto, significa refugio y protección. Dedicaremos un artículo de nuestro blog, próximamente, a 'The Moonlit Road'.
Siete personajes intervienen en el cuento. Y los siete tratan de contarnos su versión acerca de un cadáver hallado en un bosque. Los cuatro primeros confiesan, expresamente, ante el Comisario Mayor de Policía. Esos siete personajes son: un leñador, quien descubre el citado cadáver; un bonzo –monje budista- ambulante, que describe al muerto y a una mujer que lo acompañaba; un gendarme, quien detiene al forajido Tajomaru, el probable asesino; una vieja, madre de la acompañante (de nombre Masago) del fallecido, a quien la anciana identifica como el samurai Kanazawa no Takehiko; el propio Tajomaru, que confiesa haber violado a Masago y asesinado al samurai; una mujer (que resulta ser la propia Masago), la cual informa haber sido violada y haber sido la autora de la muerte de Kanazawa no Takehiko; y, finalmente, el occiso a través de un espiritista, quien relata la violación de su compañera, así como su suicidio.
Como anunciamos, y derivado de los testimonios de los intervinientes, es imposible conocer la realidad acontecida, lo que convierte el cuento en un texto misterioso, acentuado por el último testimonio. Sin embargo, la comunicación verbal del muerto –y no visual- no permite convertir el relato en fantástico, como sí ocurre con la mencionada narración de Ambrose Bierce, que es una ghost story (relato de fantasmas). Lo veremos.
Los animo a la lectura de este cuento y otros del insigne Akutagawa. Son cuentos singulares y sorprendentes, traductores de una cultura, la japonesa, no tan presente, como sería deseable, literariamente, entre el público lector español.